Hace unos años, cuando aún no me fascinaba el mundo de la
literatura infantil alguien muy importante para mí (seguro que con toda
intención) me regaló El poso del café.
Este libro tan extraño como un sueño fue uno de esos encuentros que cambian la
vida, aunque sea un poquito. Por trabajos como éste acabé abandonándome al que
hoy es uno de mis mayores intereses, el libro álbum.
Con el tiempo, y también gracias a quien me regaló el librito
de Aitana Carrasco, fui ahondando en este tema y centrándome en un aspecto que,
en mi opinión, se mantenía inexplorado, el de la presencia de la fotografía en la
literatura para niños.
Además de con esos que me parecían verdaderas obras de arte,
como El poso del café, poco a poco
fui haciéndome con libros y álbumes que, de una manera u otra, incorporaban el
medio fotográfico entre sus páginas. Pero El
viaje del bisabuelo es de un momento anterior, lo compré porque me gustaba
Aitana Carrasco, porque me acordaba de esa otra obra suya que tan buen rato me
había hecho pasar. Lo leí antes de tener claro mi tema de investigación, así
que no acabó en el lugar de la estantería en el que, más tarde, iría colocando
todos los libros que estaban relacionados con él.
Hace unos días, revisando esos libros que había dejado fuera,
encontré el álbum de Aitana y lo releí rápidamente. Fue una sorpresa descubrir
entre sus páginas lo que buscaba: fotografías. Me emocioné tanto que decidí
ponerme en contacto con ella para pedirle que me hablara un poco del tema. Nunca
imaginé la absoluta disponibilidad con que se ofreció a contármelo todo.
Algunas de las limitaciones de espacio que supone para un
ilustrador trabajar en un álbum, las resuelve Aitana Carrasco a través del uso
de la imagen dentro de la imagen. Es decir, no se trata, como pudiera pensarse
en un primer acercamiento a su trabajo, de un mero recurso ornamental o de
relleno. No creo en la idea de que la inclusión de fotografías en una obra tenga
que ver con la casualidad. Todo lo contrario, pienso que se trata de un
elemento que forma parte de nuestras vidas, de algo tan habitual y presente que de alguna manera se hace inevitable encontrarlo, incluso, entre las páginas de
un álbum infantil. Sin embargo, en el caso de la ilustradora valenciana, su
aparición es absolutamente deliberada: le gusta la fotografía, colecciona
fotografías antiguas y se sirve de este recurso para ganar el pulso a las
restricciones espaciales que supone el trabajar con un número de páginas
concreto.
Aunque la información que me proporcionó Aitana Carrasco y la
multitud de obras suyas en las que está presente la fotografía necesitarían de un
estudio pormenorizado, comenzaré por adelantar aquí algunos aspectos
relacionados con El viaje del bisabuelo,
que se convertirá más adelante en la punta de un iceberg enorme, repleto de
fotografías.
No resulta fácil, en todos los casos, tener la seguridad de
que el objeto representado en un álbum ilustrado (siempre que la manera de
ilustrarlo no sea este medio o un método mixto que lo incluya) es una
fotografía. Cuando me puse en contacto con Aitana, lo hice esperando que me
confirmara una primera impresión: lo que adornaba las paredes de esa obra suya,
eran fotografías o, para ser más precisos, representaciones pictóricas de
fotografías, de fotografías en blanco y negro y de fotografías en color. Y sí,
efectivamente lo eran.
El viaje del bisabuelo cuenta una historia entrañable. Y aunque el texto de Marta Farias podría funcionar por sí solo se convierte en
otra cosa, en otra historia quizá, cuando se lee a través de los ojos de Aitana
Carrasco.
Y, dentro de esa nueva historia, la fotografía adquiere un
papel primordial pues, como señala la ilustradora, añaden toda la información
que podría haberse quedado fuera por razones de espacio. Lo más interesante en
relación con este tema es, sin embargo, el juego que se establece entre las ilustraciones
principales y las ilustraciones dentro de éstas, o de estas últimas entre sí.
Los dibujos de Aitana invitan a ser “leídos” una y otra vez.
En cada lectura descubrimos detalles nuevos, hallamos relaciones que pudieron
pasar desapercibidas la primera vez. Por ejemplo, la hermosa escena del
bisabuelo jugando con su hija se repite en dos ocasiones más. La primera, en
una mesilla, en esa forma tan familiar para los que conocemos de cerca la
emigración: junto a un sobre que indica que es un recuerdo que viene de lejos.
La segunda, enmarcada en la pared junto a otras muchas fotos familiares. Ambas
pueden permitirse aparecer fragmentadas, perdidas en parte, en un fuera de
campo que se precipita a través de las ilustraciones a sangre porque para
conocerlas completas basta con volver atrás.
Un segundo ejemplo podría constituirlo la cometa, un elemento
que con todo su simbolismo sobrevuela las páginas del álbum: desde la
cubierta a la sobrecubierta, desde la página de créditos hasta esas imágenes
dentro de las imágenes que son las fotografías. La doble página final reproduce
una imagen que ya se nos presentó al principio: el abuelo volando una cometa
que es un pájaro o, tal vez, un pájaro que es una cometa. No obstante, esta
imagen final no es la misma que la del principio y, si lo es, la han recortado
para hacer una nueva composición tremendamente simbólica.
El tercer ejemplo relaciona, otra vez, una ilustración
principal con una de esas imágenes dentro de la imagen. La instantánea que
cuelga en la pared final y que reproduce a dos gatos bailando no sólo la
encontramos en la doble página anterior, sino que, además, fue tomada allí
mismo con una pequeña cámara que descansa en el muro de la azotea.
Así, lo que en principio podría parecer incidental se revela
imprescindible. Las fotografías en El
viaje del bisabuelo no son sólo “ventanas por las que asomarse al pasado”,
como me dijo Aitana; las fotografías son la verdadera clave de la historia, la
llave sin la que sería imposible comprenderlo todo. Como el cordel de las
cometas, las fotografías son más que el símbolo de un sueño, son el sueño
mismo, la certeza de que de alguna manera los dos extremos, las dos orillas,
se buscarán eternamente.
Me encanta. Gracias.
ResponderEliminarMuchísimas gracias, Aitana. Ha sido un placer.
ResponderEliminarCompleto e interesante artículo, gracias también desde la editorial Kalandraka.
ResponderEliminarMuchísimas gracias a ustedes, ¡soy una incondicional de sus libros!
ResponderEliminarSaludos.