sábado, 4 de agosto de 2012

La caricia de la mariposa, de Christian Voltz

         
 A Jesús Díaz Armas, mi guía y mi amigo.
          

          El año pasado analicé una obra de Grassa Toro e Isidro Ferrer para LIJMI[1]. Se trataba de un álbum delicioso que relataba cómo un pequeño[2] y su familia buscaban y finalmente encontraban el lugar adecuado para enterrar a su abuelo. No voy a repetir aquí todo lo que escribí entonces sobre Una casa para el abuelo, pero sí me gustaría recordar –porque me interesa hacerlo en relación con el trabajo de Voltz- dos de los muchos aspectos sobre los que hablé en ese artículo.

          En primer lugar, Una casa para el abuelo trata uno de esos temas tabúes en la literatura infantil: el tema de la muerte. En segundo lugar, las ilustraciones de Ferrer, Premio Nacional de Ilustración en el 2006 por este trabajo, se llevan a cabo empleando una técnica mixta que combina dibujo y creaciones a medio camino entre el collage y el assamblage.

          Cuando conocí La caricia de la mariposa, de Christian Voltz, no pude evitar acordarme del libro de Grassa Toro y Ferrer. Las coincidencias en el tema y en la técnica eran evidentes.  Aquí también se trataba el asunto de la muerte, aunque en este caso la de la abuela del protagonista, y se hacía con toda naturalidad y con un gran sentido del humor. Es lógico que encontrara también allí tierra, gusanos o raíces. Hay elementos que inevitablemente, en una cultura compartida, se asocian a la muerte, pero, en cualquier caso, ver a los dos abuelos que sobreviven a sus parejas, con una regadera en la mano, felices mientras cuidan de un árbol cerca de sus difuntos esposos, lo convirtió todo en un encuentro afortunado.

          La primera edición de Una casa para el abuelo se publicó por vez primera en París, en el 2001. Problemas relacionados con la inconveniencia del tema impidieron que se publicara en España antes del 2005. La caricia de la mariposa se publicó ese mismo año en Francia.

          Sin ahondar más en el tema de las coincidencias, es la técnica empleada por los ilustradores lo que explica la presencia aquí de este análisis comparativo. Voltz y Ferrer trabajan con una mezcla de técnicas y materiales que enlazan sus creaciones con las de Marcel Duchamp y otros artistas del arte contemporáneo. Y es que, este tipo de trabajos -de los que encontramos cada vez más ejemplos en este ámbito de la literatura infantil-, recuperan de algún modo los famosos objet trouvé dadaístas, obras que se llevaban a cabo empleando materiales diversos que se exponían luego  mezclados, modificados o, simplemente, descontextualizados.

          Lo fascinante es que, partiendo de material de desecho (cartones, maderas, alambres, arandelas, tuercas,  tornillos, retales, ramas, candados, lápices, etc.), Voltz y Ferrer hayan logrado, a pesar de todo, crear una obra personal e inconfundible. Centrándonos en Voltz, no cabe duda: los protagonistas de La caricia de la mariposa vienen del mismo planeta que los de ¡Yo no he sido! y El libro más genial que he leído.
          
          A estas alturas cualquier lector podría estarse preguntando cuál es el papel de la fotografía en el trabajo de estos ilustradores y, como adelantábamos en nuestra última publicación en este blog, la respuesta es que la fotografía es el medio a través del cual este tipo de creaciones tridimensionales pueden adaptarse a la bidimensionalidad del libro.
          
          Aquí, entonces, el papel del fotógrafo sería el de un mero mediador. Su responsabilidad no sería, en principio, la de aportar al libro ideas o creatividad. Este hecho explica por qué en muchas de estas obras no encontramos en los créditos una mención específica a su figura. En Una casa para el abuelo, por ejemplo, las fotos fueron llevadas a cabo por alguien que ha quedado relegado al anonimato. Y así ocurre con alguna obra de Voltz, pero no con todas. De hecho, el ilustrador francés cuenta ya con un fotógrafo habitual para este tipo de trabajos: Jean-Louis Hess, que aparece en los créditos de La caricia de la mariposa o El libro más genial que he leído.

          Creo que es cada vez más urgente reivindicar la figura del fotógrafo en este tipo de obras que, como en el cómic o en el cine, por poner dos ejemplos de manifestaciones artísticas en colaboración, reciben el sello de varias manos antes de convertirse en un producto final. El fotógrafo puede mejorar o empeorar un trabajo de este tipo, de modo que contar con un profesional en este ámbito no puede más que contribuir a su éxito.


[1] Red Temática de Investigación “Las Literaturas Infantiles y Juveniles del Marco Ibérico e Iberoamericano”.
[2] Más tarde, Grassa Toro me revelaría un secreto que nunca podría haberse adivinado en la lectura del álbum y es que el narrador no era un niños, sino una niña.










2 comentarios:

  1. Hola Vanessa,

    He escogido Punctum para otorgarle uno de los 5 premios Liebster. ¡Feliz verano!
    http://cuentodelabuenapipa.blogspot.com.es/

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